17 de enero de 2017

Las posesiones del Doctor Forrest (Richard T. Kelly)


Desasosiego, es la palabra que andaba buscando, y que mejor encaja con la sensación que me queda tras la lectura de "Las posesiones del Doctor Forrest", novela del autor irlandés Richard T. Kelly, un ejercicio de narrativa gótica al más puro estilo de los clásicos.

El Doctor Forrest, un reputado cirujano plástico, lo tiene todo en la vida, sin embargo, las cosas empiezan a torcerse cuando su pareja le abandona y él desaparece por completo. Sus amigos, Lochram y Hartford, ambos también doctores, están preocupados por el paradero desconocido del Dr. Forrest y comienzan a indagar las posibles causas de la desaparición. La investigación les llevará por un cauce de secretismo y muertes inexplicables. La verdad, sin embargo, no se revelará hasta el final, cuando el propio Dr. Forrest narre los sorprendentes y macabros acontecimientos.

Es muy loable el intento de Richard T. Kelly de volver a la esencia y los orígenes de la novela gótica, en parte consigue esa atmósfera tan difícil de recrear, con ese punto de intriga que no se desvela hasta el sorprendente final. El estilo narrativo es destacable, directo, y un tanto culto, parece una mezcla entre Henry James (Otra vuelta de tuerca) y John Franklin Bardin (Al salir del infierno), lo cual es de agradecer.

Por contra, la digestión de la novela se hace pesada, las pesquisas para averiguar lo sucedido al Dr. Forrest se eternizan de manera cruel para el lector, el autor divaga más de lo necesario en flashbacks temporales que no aportan demasiado a la trama principal, tanto es así, que estuve tentado de abandonar la lectura y dejar una pésima valoración, sin embargo, en el último tercio de la historia, la madeja comienza a desliarse, y las piezas del puzzle empiezan a encajar por fin, la sorprendente historia del Dr. Forrest toma completa relevancia, y la lectura vuelve a ser adictiva.

En definitiva, "Las posesiones del Doctor Forrest" desarrolla una buena idea (la posesión) de una forma original, pero peca de ser demasiado pomposa, y lo que el autor intenta que sea el preludio que cree intranquilidad en lector, se convierte en tedio y aburrimiento. Una pena, porque con buenos mimbres se suelen construir buenos cestos, y en este caso la creación gótica también ha heredado los defectos de sus antecesores: Exceso de retórica, tramas paralelas sin sustancia y preludios innecesarios.

Nota: 6/10

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